Cada vez son más las comunidades con la capacidad de autoabastecer su demanda de energía eléctrica a partir de los residuos orgánicos de los cultivos, diversificando su matriz energética, reduciendo la dependencia de los combustibles fósiles y fomentando el desarrollo social.
Durante décadas, la cáscara de maní fue considerada como un desecho, hasta que en 2017 comenzó la construcción de una planta de generación eléctrica con la capacidad de aprovechar sus propiedades. Así fue como, usando aquél subproducto del maní como combustible de biomasa, la central de Ticino (pequeña localidad de la provincia de Córdoba) empezó a dar luz a sus más de 3000 habitantes. En 2019 la planta fue puesta a prueba: el 16 de junio, una serie de fallas en el sistema de transporte de energía eléctrica dejó a más de 50 millones de personas sin luz, tanto en Argentina como en Uruguay. Aquél mega apagón duró horas, pero Ticino se mantuvo alumbrada y funcionando a base de energía 100% renovable, gracias al maní (y su cáscara).
Pero, ¿cómo funciona esta tecnología? La cáscara de maní (alrededor de un 30% de la producción total) se acopia en celdas y luego se traslada a las calderas, donde se realiza la quema del subproducto para generar energía potencial en vapor de agua, que se traslada a la turbina de vapor. Allí, se convierte en energía mecánica de rotación que a su vez, gracias al acople del generador, se transforma en energía eléctrica. Dicho en otras palabras, el proceso inicia con la quema de la biomasa que produce vapor; el vapor mueve la turbina que alimenta al generador que produce energía eléctrica que a su vez se incorpora al Sistema Interconectado Nacional de Energía.
Ticino no es la única central que lleva adelante el proceso y provee de energía a la población de manera exitosa. En los departamentos de General San Martín y Río Segundo ya hay por lo menos 3 empresas que procesan cáscaras de maní para generar energía eléctrica y con el correr de los años se espera la instalación de más centrales de procesamiento.
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