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Agricultura Regenerativa: El método de sustentabilidad para la protección del suelo

A través de una estrategia de reconversión, la agricultura regenerativa plantea proteger los recursos no renovables.

Como consecuencia del cambio climático, la deforestación y otros problemas ecológicos, cada vez es más importante encontrar métodos de sustentabilidad que contribuyan a la protección de los recursos no renovables. Este es el caso de la agricultura regenerativa, que busca conservar y revitalizar los procesos biológicos del suelo. 

En este sentido, la agricultura generativa se presenta como una nueva alternativa en la producción agrícola, que tiene como objetivo principal alternar esta actividad con los procesos naturales. Las técnicas que se aplican deben respetar los ciclos de la naturaleza, promoviendo una regeneración de los ecosistemas, sin dañar el terreno utilizado ni perjudicando el medio ambiente. 

El principio máximo que se debe respetar al utilizar este método de sustentabilidad es el mantenimiento de un equilibrio entre los procesos de producción y los de consumo y descomposición, que son los que, de no estar bien alternados, provocan la degradación del suelo. 

En qué consiste la agricultura regenerativa

La filosofía de trabajo, al igual que en el método fukuoka, es respetar las leyes de la naturaleza. De la misma manera que en el sistema japonés, está prohibido arar la tierra, ya que genera una oxidación del carbono cuando el suelo entra en contacto con el oxígeno y provoca emisiones de CO2. Como alternativa, se plantea no realizar modificaciones estructurales del suelo, manteniendo una cubierta vegetal.

Esto se justifica a través de la presencia de varios elementos del suelo, que muchas veces son considerados negativos, pero que en realidad contribuyen a que se retenga CO2 en el terreno, manteniéndolo más húmedo y reteniendo agua. De esta manera, además del ahorro económico, es posible incrementar la biodiversidad del ecosistema. Los microorganismos presentes favorecen una fertilidad más orgánica. 

En este sentido, la contribución de las lombrices en el trabajo de la tierra es fundamental. Los insectos también ayudan en el tratamiento, liberando terreno y permitiendo que los cultivos crezcan con mayor facilidad. 

La utilización de agroquímicos está prohibida, en vez de utilizar ese dinero en fertilizantes, se sustituyen por nutrientes naturales triturados del resto de las cosechas, de productos recogidos de árboles y plantas, que luego se compostan y se utilizan como abono. 

Una vez que el cultivo creció y fue cosechado, se aplastan los restos con un rodillo, generando un abono natural. Esta técnica trae dos grandes beneficios: el mantenimiento de la humedad y la protección del suelo de los rayos solares. 

Finalizado este paso, cuando se vuelva a sembrar se lo hará en el terreno ya utilizado. Gracias a su capacidad de retener la humedad, el suelo ya estará fértil. El agua, las plantas, las lombrices y el ecosistema que se generó a su alrededor actuarán como un sustituto ante la falta de lluvias, permitiendo que se efectúe esta agricultura regenerativa. 

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